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  • Foto del escritorRocio Blanco Ruiz

CINTA LILA EN EL CABELLO- (Homenaje a João Guimarães Rosa)

Actualizado: 18 abr 2018

(Por Rocío Blanco)

“De repente, murió: que es cuando un hombre llega entero, pronto de sus propias profundidades. Se pasó para el lado claro. La gente muere para probar que vivió. Pero ¿qué es el pormenor de ausencia? Las personas no mueren. Quedan encantadas.”-Eso nos leía la tía Luisa, a todos los sobrinos, mientras los demás adultos estaban en la otra sala en el velorio de la abuela. Varios intentaban por todos los medios tranquilizar a la asustadiza María, que no hablaba desde ayer luego de haber sido la primera en ver a la abuela tiesa como un pan baguette rancio. Mientras en nuestra sala, la presumida prima Soledad, quiso hacer uno de sus shows de lucidez e inquirió a la tía: Si al morir nos encontramos con todos los que hemos conocido en nuestra vida, ¿Qué pasa cuando todos los que conocimos siguen vivos? -Es una muy buena pregunta, lastimosamente ya no conoceremos la respuesta por tu parte, ya tienes dos muertas conocidas, y sigues viva. Dicho esto y, con una gran sonrisa, la tía abandonó la sala. Yo me moría por responder, pero me atacó un ataque de risa al ver la cara desconcertada de Soledad, que nuevamente no había podido lucirse frente a Manuel, ese primo guapo, hijo del tío Eduardo, que nació en el exterior.

Decidí seguir a la tía Luisa, que llevaba una cinta lila en el cabello y era la única mujer de la familia que había tomado la noticia con total calma; no por insensible creía yo, al contrario, por sensata. Desde niña se había acostumbrado a que la estigmatizaran como la oveja negra de la familia, y éste episodio familiar no sería la excepción. En medio del dolor de todos los tíos, incluyendo a mi padre, algunos llegaron a decirle que tenía el corazón duro como una piedra, pero ella ni se inmutó. Tranquilamente se despidió de la abuela y le dijo algunas cosas al oído que nadie más pudo escuchar, ni siquiera yo. Incluso llegó con un vestido muy elegante y alegre, que ipso facto fue criticado por todas las mujeres del lugar. Seguro que si la tía hubiera tenido algún aliado, le habría llevado un número circense de esos que tanto le gustaban a la abuela en vida; pero ante la falta de entusiasmo general optó por la discreción.

La tía Cecilia, que en 28 horas había dejado de llorar solo 5 horas quizás, se abalanzó sobre su hermana oveja negra, gritándole blasfema y atrevida. Pero ella, tan altiva y serena como siempre, le tomó fuerte las manos y determinantemente le dijo: No hay por qué llorar. En otro momento volverás a vivir con mamá. La tía Cecilia tardó 2 segundos exactos en asentar su regordeta mano sobre su mejilla con todas sus fuerzas, y María lanzó un suspiro parecido al de un perro pequinés, pero no habló. Al contrario de la reacción esperada, la tía Luisa se sobó tranquilamente la mejilla y se despidió, deseándole que fuera muy feliz. Yo por mi parte no sabía qué hacer, mis primos seguían contando historias de terror para divertirse con las caras de María, y algunos querían jugar a las escondidas, pero Harold, el bromista, dijo que no quería que me invitaran a jugar a mí. Entonces mi decisión estaba entre seguir a la tía o esperar paciente con el fin de averiguar qué pasaría con el alma de la abuela. ¿Qué pasa cuando uno es el único muerto que uno conoce? Ya sabía esa respuesta. Quizás éste era el momento más interesante de mí no vida. No podía perderme el viaje del alma de la abuela. La segunda muerta de la familia. Me moría de la curiosidad de saber si esta vez encontraría a alguien con quien hablar, alguien como yo, suspendida en la vida de mi familia, que cada tanto recordaban ese día en que mi rebeldía me llevó a tomar el auto de mi padre y salir huyendo a toda velocidad por un barranco. Me quede frente al ataúd esperando que algo extraordinario pasara, pero nada. Los demás se veían igual que mi abuela, solo que con la piel más rosada. Creo que no me la he encontrado porque yo no creía en nada. Si la tía tiene razón… ¿Qué es lo que pasa conmigo? ¿Acaso está la abuela más muerta que yo? ¿Hay diferentes niveles en la muerte? ¿Hay diferentes formas de experimentar el estar muerto? Muchas veces creo que yo soy la segunda oveja negra, y que si existe un cielo, ese no me tocó a mí por nunca haber creído del todo en la posibilidad de salvación de mi alma. Mi primera pregunta fue ¿salvarla de qué? Quizás el cielo y el infierno existen para los que toda la vida han creído en el. Ese fue el último día que vi a la tía Luisa, y desde ahí no paro de pensar en sus palabras. FIN

Nombre y apellido: ROCIO BLANCO RUIZ

Documento de identidad: C.C 35198934

Dirección: CLL 78 D #110-72 INT 15

Teléfono: 4403691-3118963753

E-mail: roublanco@gmail.com

Breve reseña biográfica:

ROCÍO BLANCO RUIZ. Creadora multidisciplinar. Bogotá, 1982. Graduada en Comunicación Social con énfasis en producción audiovisual de la Pontificia Universidad Javeriana y Master en dramaturgia de la Universitat Autonoma de Barcelona. También se ha formado como actriz y productora teatral. Ha participado en la producción de varias obras para público infantil y familiar como Jamlet(con Jota)de la compañía Titania Producciones y No hay perdiz en el menú, producido por el CTE en Madrid. Realizó la asistencia de dirección de la obra Comedía sin título, producción del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo en Bogotá en el 2011, dirigido por Pawel Nowicki y ha sido técnica de producción en Casa Ensamble. Ha actuado en obras como Marat-Sade de Peter Weiss, Las preciosas ridiculas de Moliere, Carne, de Dario Fo y tuvo una participación en la obra Chapel/Charte de la compañía BillT. Jones/Arnie Zane C. Como dramaturga se ha destacado con una mención en el concurso de dramaturgia Teatro incluidode la Fundación Cultura frontal en el 2010 con su obra El síndrome de Ulises, en Buenos Aires, Argentina. Su experiencia profesional se extiende a la televisión, como script, libretista y analista de contenidos, para empresas como Caracol Televisión, RCN Televisión, y FoxTelecolombia.


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